Los niños tienen una capacidad sorprendente de aprendizaje. Son como esponjas que absorben con rapidez y facilidad lo que ven, oyen, huelen, saborean, tocan y sienten. A veces los adultos no nos percatamos que están presentes y hacemos o decimos cosas que no debemos, pero los niños lo perciben y se les queda grabado.
¿Qué pasa con nuestra capacidad de aprendizaje conforme avanzamos en la vida?
El doctor Mike Lombardo, en su libro The Leadership Machine, nos afirma que “el desarrollo es el territorio de lo inexplorado y lo difícil. La comodidad de las circunstancias en las cuales aplicamos destrezas que ya poseemos no sólo no engendra crecimiento sino que produce estancamiento y pérdida de interés. Las personas más exitosas poseen algo denominado agilidad para aprender, tienen disposición y capacidad para aprender competencias nuevas a fin de desempeñarse mejor en circunstancias desconocidas, duras o diferentes”.
El autor Marcus Buckinham en The One Thing you Need to Know nos presenta algunas preguntas:
¿Hay límites a lo que se puede aprender? ¿Cuáles son esos límites? ¿En qué consisten? ¿Por qué algunas cosas las aprendemos con facilidad y otras no? ¿Se hace más lento el aprendizaje conforme pasan los años? ¿Cuáles son las áreas en las que un adulto puede aprender más y mejor?
Nos dice que “el aprendizaje está determinado por la red de conexiones complejas entre las neuronas del cerebro. Pero no son las neuronas las que aprenden. Esa labor ocurre en un punto muy pequeño denominado sinapsis. Durante el transcurso de la vida, cada neurona forja decenas de miles de conexiones sinápticas con otras neuronas, y con cada conexión se aprende otro fragmento infinitesimal de información”.
Ahora bien, resulta que allí no termina este asunto. ¿Qué dispara a las conexiones sinápticas?
El avance de la neurociencia en la creación del mapa del genoma humano ha descubierto que los impulsores de esas conexiones son “los genes”, es decir, un tramo particular de ADN cuya función principal es fabricar una proteína que facilita la conexión y crea una “cascada de instrucciones”.
“…cuando una neurona forja una conexión sináptica con otra, lo hace porque uno de nuestros genes le dio la instrucción de hacerlo. Nuestros genes particulares determinan lo que podemos aprender y lo que no”.
De esta manera entendemos que hay un límite a nuestra capacidad de aprendizaje y está determinado por los genes (la fabricación de la proteína que facilita la creación de conexiones sinápticas).
Aprendemos menos conforme avanza nuestra edad porque se necesita un cúmulo de recursos para forjar nuevas conexiones sinápticas. Una vez forjadas ciertas conexiones el cerebro las protege y las aísla con una sustancia denominada mielina.
¿QUÉ NOS ENSEÑA TODO ESTO?
Lo recomendable para seguir aprendiendo de manera eficiente y no desperdiciar recursos es concentrándonos en la ampliación y perfeccionamiento del camino que ya hemos recorrido.
Esto nos lleva a que en un tramo muy largo de nuestra vida tenemos libertad para cambiar los objetos de nuestro interés y de nuestro aprendizaje. Después, lo más productivo es evitar las distracciones o dispersiones.
Lo anterior significa que conforme pasan los años, en vez de esforzarnos en corregir debilidades lo que necesitamos es reforzar nuestras fortalezas. Sacar más provecho de lo que ya hemos aprendido de la vida.
Hace poco una amiga vino de su ciudad recomendada para ver a un médico porque le dolía el hombro. El doctor le dijo de inmediato: “soy rodillólogo, no veo hombros; pero mi socio sí”. Pasamos con el socio quien la revisó, la mandó a hacer radiografías y análisis. Al día siguiente regresamos con todo lo solicitado y el doctor nos mostró una pieza de titanio que le iba a colocar en el hueso para darle a su brazo toda la movilidad que había perdido.
La paciente hizo durante tres semanas sus ejercicios terapéuticos recomendados y al mes en la revisión se lució levantando el hombro hasta tocarse el cabello. ¡Sorprendente!
Este doctor Valero, tan especializado en los problemas del hombro, me dijo que él no ve otra parte del cuerpo humano. Es un experto, escribe ensayos científicos sobre su especialidad y asiste a congresos para compartir su experiencia. El reconocimiento mundial que ha obtenido es notable.
Me parece un ejemplo claro de cómo podemos continuar con nuestros aprendizajes. La clave está en aprovechar la libertad de aprender en la edad temprana, para después escoger una especialidad y allí profundizar hasta volvernos expertos.
Llega una edad en que es muy poco productivo continuar explorando otros campos, eso debe hacerse antes de llegar a los treintas. Es como se trabaja en los campos petroleros, primero invertir en grandes exploraciones, buscar por acá, luego por allá, pero una vez localizado un campo todo es perforar hasta las máximas profundidades y así pasar a la explotación del campo en aras de un aprovechamiento que justifique nuestras búsquedas tentativas y compense todas las inversiones y esfuerzos que hicieron posible el hallazgo.
¡HASTA EL PRÓXIMO MIÉRCOLES!
NADA CAMBIA, HASTA QUE ALGUIEN TOMA LA INICIATIVA: UN LÍDER ¿TÚ?
alfredo-esponda@cencadedigital.com
P.D. No olvides leer el Reporte Especial INTRAPRENEUR.