La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) vuelve a sorprendernos. Declara inválidas las pruebas obtenidas en contra de un violador confeso, en virtud de que esas pruebas se obtuvieron “durante un arraigo domiciliario ilegítimo, puesto que no existe esa facultad para algo que no sea acusaciones contra el crimen organizado y a cargo de la Procuraduría General de la República.
En síntesis: Se ha vuelto a violar el “debido proceso”, así como sucedió con Florance Cassez. La SCJN tiene razón, el debido proceso no puede violarse, tampoco ninguna ley, del tipo que sea. Entonces ¿poner los caballos atrás de la carreta es justificable o es erróneo?
Hace unos días leí y tal vez tú también, una reflexión de un buen analista del Periódico Reforma. Él se preguntaba ¿hasta cuándo el Poder judicial va a reaccionar ante la indignación generalizada por su ineficacia? La SCJN cuenta con todo el presupuesto, la estructura administrativa, la estructura jurídica y el poder para meter al orden a todo el sistema judicial, pero ¿cuándo y cómo?
Amigo lector ¿has leído o escuchado alguna vez que el Presidente de la Suprema Corte proponga un plan, un proyecto o un programa de reestructuración y depuración para el Poder Judicial? Desde ya damos por hecho que ese día habrá de suscitarse tanta resistencia ante cualquier cambio profundo, que la resistencia de la CNTE ante la Reforma Educativa se verá insignificante.
Mi compromiso contigo, estimado lector, no tiene nada que ver con la política. La tomo como punto de partida para reflexionar acerca de lo que vivimos en nuestras empresas: ¿estamos respetando el debido proceso? ¿Hemos puesto por escrito el debido proceso organizacional o las reglas de actuación son implícitas y cada persona tiene que adivinarlas?
En CENCADE, después de más de 350 sistemas de gestión de la calidad certificados y después de varios programas de cambio cultural, nos asombramos de los altos índices de rotación donde los nuevos ejecutivos desprecian y desplazan las creaciones de sus antecesores. Las enseñanzas de la “Presidencia Imperial”, donde cada sexenio cambian propósitos, reglas y estilos, se han permeado con notable éxito en las empresas.
¡Qué fácil resulta imitar lo malo!
En nuestras empresas necesitamos regresar a los principios básicos: plan estratégico maestro, manual de organización y procedimientos, mapeo de procesos y certificación del sistema de gestión de la calidad. Por lo menos, eso. Hay que recordar al gran Vince Lombardi que cada año con los jugadores de los Green Bay Packers repetía en su primera sesión: “señores, esto es un balón de futbol”.
Alfredo Esponda Espinosa
alfredo-esponda@cencade.com.mx